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POLÍTICA Y METAL, ¿INHERENTE EN LA ESCENA? SOMOS CONTRACULTURA.

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Escribo este articulo desde mi más profundo miedo. ¿Seré capaz de escribir sin faltas de ortografía, seré capaz de sintetizar mi pensamiento, será tildado de ridículo, pedante, seré vilipendiado, o simplemente, seré capaz de unir dos conceptos aparentemente antagónicos como son la política y la música concretamente con el rock?

Nunca he tenido miedo del ridículo, no tengo ego, y creo, tampoco lectores adeptos, por lo que no creo que dentro de la intra historia, haga el mas mínimo rasguño histórico con mis idas de olla. Pero voy a intentarlo.

Escena musical. MTV Awards en Sevilla, Rosalía con su flamenco-trap se corona como lo más de lo más, con su estética y su poderoso magnetismo escénico encandila a miles de fans. Público rendido a sus pies, televisiones nacionales sacándola en prime time. Con todos mis respetos a la artista, no puedo estar más revuelto ante el espectáculo.

Nada de rock, nada de metal en los medios generalistas, de tal forma que nuestro movimiento, a pesar de que es capaz de movilizar a muchísima gente, de que nuestros grupos llegan a marcas generalistas como H&M, Pull & Bear, y otras marcas nos muestran como producto, adocenado ante el mercado, pero silenciado, incomodo, asociado a tiempos pretéritos en los que la banalidad de la violencia, y el perfil quinqui dejaron un indeleble sello en la sociedad. Si no que se lo pregunten a un personaje de nuestra escena como es Fortu que os lo explicara con devoción.

Incluso el quinqui de pro, el navajero de los barrios conflictivos que adoraba a grupos de rumba, (y curiosamente, a los de rock también) se ha blanqueado gracias a la simpatía y desparpajo de gente como Estopa, pero ¿dónde están nuestros Estopa?

Tú y yo sabemos la respuesta: no los hay, ni los habrá. Nuestro estilo tiene, aún, un componente político incomodo, un aura salvaje y librepensadora que incomoda a los poderes fácticos y nos impide llegar, tan siquiera, a algunas emisiones de tapadillo en la madrugada de las teles donde la buena gente de Lujuria da buena cuenta de la oportunidad ante una audiencia nula, o se blanquea al genero en un programa como El Hormiguero, donde nuestra representante del rock más popular, Pilar Rubio, decide dar muestras de genialidad aprendiendo a tocar el violín en tiempo récord con la gente de Mago De Öz.

No son pocos los grupos que utilizan la visceralidad del genero para reivindicar, denunciar el entorno, las desigualdades, de dar unas ideas distintas, avanzadas, en algunos casos revolucionarias, ante una sociedad arcaica y poco dada a innovar; somos llaves incomodas que dan una imagen equilibrada y contrastada de los abusos que tenemos que sufrir en una mal llamada democracia. Pondría como ejemplo, sin ir más lejos los propios Obús, (Barricada en su momento, y a su manera, o Extremoduro también a su manera) o más cercanos, Leize, Reincidentes o los grandes Boikot, o grupos internacionales como Sepultura, o R.A.T.M. sin recaer en tiempos pretéritos como hicieron grandes figuras como Bob Dylan. Pero los mass media, el gran hermano no quieren polémicas en directo y prefieren un público adocenado, inerme y de poco darle a la sesera, perfecto para estrellas rutilantes como Rosalía y zombies televisivos como es hoy día la mal llamada MTV.

Nuestro movimiento no calla ante nada y se erige como garante de la reivindicación de la naturaleza y la denuncia de su destrucción, de los excesos laborales, del uso de la fuerza sin medida y sin testigos en otras zonas del globo por los «guardianes de la ley»ante los más débiles, también de los recortes de las libertades, de los excesos policiales, de reivindicar la libertad de elección, de la libertad en general, de intentar hacernos callar, todo eso esta aquí, con nosotros.

Como en todo movimiento musical, hay desequilibrios: no son pocos los grupos, sobre todo de metal extremos, qué coquetean con el fascismo, con las ideas que en su día inflamaron Europa y dejaron millones de cadáveres. No hace tanto, esta polémica salpicó a un veterano como Nergal y Behemoth, a través de una publicación en su Instagram justificando una camiseta anti-antifascista, aunque él mismo trato de justificar su publicación saliéndose por la tangente.

También están las figuras y, o grupos, de la escena más underground, que justifican una filosofía como el satanismo, en su vertiente más distorsionada y violenta, también, aunque en una menor medida, el comunismo más cerrado, cuando no directamente el capitalismo mas americano y su nihilismo bañado de dinero.

Sin embargo, (sin justificar estos últimos ejemplos, aborrecibles en cualquier caso en los extremos) todo esto habla de algo de nuestro movimiento. Ejercemos de una función social, de denuncia, de inconformismos, de librepensamiento y de rebeldía social. Somos un gran estilo musical, por encima de muchos otros, no por la calidad, qué tan bien, si no por su mensaje social, su denuncia, su inconformismo y por la necesidad imperiosa de nuestra sociedad de tener un altavoz que hable de lo que las altas esferas no quieren ver.

En verdad os digo que ningún encorbatado me representa, mí sino esta en las calles con la gente sencilla y trabajadora, y hay pocos estilos musicales que engloben esta capacidad de incomodar de esta forma a los de siempre.

Hoy más que nunca reivindico el rock como mensajero de paz, pero también de rebeldía no violenta y de librepensamiento, algo que ni el apenas roza el pop y ni llega de lejos el reggeton, el trap, ni nada que se le parezca. El rock y su mensaje político no podrá ser domado por la industria y por ende a los poderes.

Por eso no salimos guapos en la tele.

😉

Josean Zombie.

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